domingo, 30 de agosto de 2020

Violación institucional sistemática por parte de las Fuerzas Armadas a los derechos y vida de las mujeres

¡La violencia institucional que han ejercido las Fuerzas Armadas colombianas en contra de las mujeres ha sido sistemática y se ha tratado de esconder bajo la cortina de poder del Estado!

En Colombia las recientes denuncias por parte de mujeres –varias de ellas niñas— de diferentes etnias indígenas que han sido víctimas de violencia sexual por parte de miembros del ejército colombiano, han desatado la ira e indignación y han puesto en el centro del debate la tan normalizada violencia en contra de la mujer, particularmente aquella que es ejercida por quienes dicen ser los “defensores” del pueblo y “héroes de la patria”. Frente a esta grave problemática cínicamente el Estado y el gobierno de Duque como solución, nos ofrecen “ayuda” de las mismas instituciones que nos acosan, abusan, violan y asesinan.

El Estado y el gobierno de Duque nos hacen un llamado a confiar en las Fuerzas Militares, pues son “sólo unas cuantas manzanas podridas”, siendo que éstas han perpetrado históricamente masacres y asesinatos políticos, muchos en complicidad con los paramilitares, que han sido el soporte del régimen del terror de Uribe, y que Duque, en su esfuerzo por reinstaurar dicho régimen, ha restituido en el poder a toda una cúpula comprometida con crímenes graves contra los DDHH, como los falsos positivos, en amenazas, intimidación y asesinatos constantes a líderes sociales, campesinos y obreros.

No en vano las mujeres de Colombia se han unido a las millones de voces de mujeres alrededor del mundo coreando: “El Estado opresor es un macho violador”, denunciando la violencia, la violencia sexual y abusos sistemáticos por parte de la Fuerza Pública con la indulgencia y hasta complicidad del Estado, contra los derechos y vida de las mujeres; denunciando que el Estado y el gobierno fingen interés por los casos de abuso y violencia, pero en realidad encubren y distorsionan los casos que se han denunciado, alargando y archivando los procesos y re victimizando a quienes denuncian. Es por esto que hoy más que nunca se hace necesaria la unión y lucha de las mujeres en contra del Estado, sus instituciones y del sistema capitalista que nos explota, viola y oprime; es necesario que continuemos denunciando estos casos de violencia y abuso.


La violencia sexual por parte de miembros de las fuerzas militares: ¿casos aislados u otra expresión más de su brutalidad y de la impunidad del estado?

 “Quienes defienden al Ejército dicen que se trata de unas cuantas manzanas podridas, pero el verdadero problema es que es una práctica sistemática y estructural”

Catalina Ruíz, Julio 1 de 2020, The Washington Post.

El reciente caso que salió a la luz pública el pasado 22 de junio, sobre la violencia sexual contra una niña indígena de 13 años, perteneciente a la comunidad Embera Chamí, por parte de un grupo de al menos siete soldados, abrió el debate sobre las prácticas sistemáticas de abuso y violencia sexual ejercidas por las fuerzas públicas colombianas, particularmente del ejército, contra las mujeres y niñas. Sin embargo, frente a estos acontecimientos, los altos mandos de la institución militar sostienen como defensa a las denuncias, que éstas son casos aislados, que son unas cuantas “manzanas podridas que manchan el uniforme”. Incluso, Eduardo Zapateiro, el jefe del Ejército Nacional, se llena la boca asegurando que: “Ningún soldado, colombianos... Escúchese bien, quiero ser enfático. Ningún soldado es entrenado en la institución para atentar contra los derechos humanos de los niños, niñas y adolescentes”. No obstante, aunque Zapateiro y los demás altos mandos del ejército se empeñan en convencernos de que estas prácticas son de unos pocos miembros del ejército y no son reiterativas y que los miembros del ejército no son entrenados para “atentar contra los derechos humanos”, la verdad es que para nadie es un secreto que el uso desmedido del poder y de la fuerza por parte de las Fuerzas Militares no es algo nuevo, pues son entrenados para ejercer control y poder sobre los territorios y la población mediante el uso de la fuerza y la violencia desenfrenada, lo que los hace propensos a esas prácticas de abuso y violencia sexual hacia las mujeres y niñas. De allí que el abuso y la violencia sexual ejercida por parte de los militares hacia las mujeres, tampoco es una práctica reciente en estas instituciones.

En un estudio reciente por la Corporación Sisma Mujer (2019), se señala a los miembros de las “fuerzas armadas, de policía, policía judicial y servicios de inteligencia como los mayores presuntos responsables de la violencia sexual contra las mujeres en el contexto de la violencia sociopolítica” –esto sin mencionar, la violencia sexual ejercida por grupos guerrilleros y paramilitares–. En ese sentido, este mismo estudio señala, para el 2018, a las fuerzas militares como los presuntos agresores que mayor participación tuvieron, pues “registran el 62,16% del total de hechos vinculados a la fuerza pública; y 23,59% del total de casos de violencia sexual contra las mujeres”, seguido de miembros de “delincuencia organizada” (paramilitares, pandillas, narcotraficantes, bandas criminales), “quienes reportan 24,62% de estos hechos”. Así mismo, se menciona que del 2017 al 2018 los casos de violencia sexual perpetrados por las fuerzas armadas, las fuerzas públicas, la policía, policía judicial pasaron de 43 en 2017 a 74 en 2018 (un incremento del 72,09%); de las fuerzas militares de 14 en 2017 a 46 en 2018 (un incremento del 228,57%). No obstante, cabe recordar que lamentablemente, en el marco del conflicto armado, no sólo militares y paramilitares incurrieron en este tipo de conductas contra las mujeres, también hay casos de miembros de los grupos guerrilleros, tal cual como lo señala el mismo estudio de Sisma Mujer, en donde los casos de violencia sexual en manos de grupos al margen de la ley (FARC, ELN) incrementó en el 2018 en un 65, 5% (lo que equivale de 16 casos en 2017 a 26 en 2018).

Aunque las anteriores cifras corresponden a la violencia sexual en el marco del conflicto armado, es preciso señalar que estos actos se siguen perpetrando. Hace unos meses Alberto Bruni, representante en Colombia de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, informó que se habían encontrado tres casos de violencia sexual, en Arauca, Guaviare y Meta, en el que estarían implicados miembros del Ejército. De igual modo, luego de la noticia de la niña Emberá, el Ejército Nacional reconoció otro caso de violencia sexual perpetrado en septiembre de 2019 en Guaviare, contra una niña indígena de la comunidad nukak makú, quien fue encerrada por cinco días en el Batallón Joaquín Parías. En 2018, se conoció que el militar Raúl Muñoz (quien paga una condena de 60 años), abusó sexualmente de una menor en Tame, Arauca. En 2017, en Fuente de Oro Meta, una menor de cuatro meses fue abusada sexualmente por un soldado. A esto se suman las declaraciones del general Eduardo Zapateiro, sobre 118 integrantes de la misma institución investigados por abuso sexual que involucran a menores de edad.

Todo esto demuestra, a diferencia de lo que nos señala Zapateiro y su cúpula militar, que no se trata de unas cuantas manzanas podridas de la institución o de casos aislados, por el contrario, es una práctica sistemática de abuso de poder y autoridad que las fuerzas militares han ejercido hacia niñas y mujeres, particularmente aquellas en condición vulnerable, en los diferentes territorios del país. Las fuerzas militares colombianas no son ningunos héroes de la patria, sino que, desde su semilla, es una institución putrefacta que refleja a profundidad los aspectos más retardatarios de la sociedad: el machismo, la violencia contra quienes están desarmados, torturas y violaciones a derechos humanos y, sobre todo, la defensa del opresor y el explotador a costa de la vida de los explotados y oprimidos.

Un aparato represivo signado por la violencia política, las violaciones a los derechos humanos y la impunidad

Este derroche de abuso, de crueldad e impunidad que cobija a las Fuerzas Armadas tienen una base profunda en el carácter de clase de estas instituciones, su función como pilar del estado burgués, pero también en las peculiaridades de la oligarquía colombiana y de su relación con el imperialismo. El estado es por definición el aparato de dominación de las clases poseedoras, el órgano que garantiza que estas clases mantengan la propiedad privada de los medios de producción y todas sus condiciones de privilegio y opresión sobre las otras clases, y no eso que nos enseñan en la escuela para adoctrinarnos desde pequeños, que “el estado somos todos” o que “el estado es nuestro gran protector”. Dentro de ese aparato de dominación las Fuerzas Armadas son la columna vertebral, el aparato represivo y de inteligencia que soporta por la fuerza toda la explotación y la opresión. Ese trabajo se complementa con la acción de la justicia que defiende los intereses de los explotadores y opresores y persigue y encierra a los de abajo cuando se levantan, junto a ellos están el aparato escolar y los medios masivos de comunicación, que reproducen las ideas dominantes de estas clases poseedoras.

Por si esto fuera poco, Colombia tiene una larga tradición de violencia política, pues la oligarquía ha privilegiado los métodos violentos incluso para dirimir sus propios conflictos, y la ha usado sistemáticamente para derrotar la lucha de clases. La violencia política, e incluso el recurso de los paramilitares como una táctica constante para mantener su dominación han sido un rasgo característico del régimen político colombiano por décadas. Rasgo que se acentuó por la alianza histórica de esa oligarquía con el imperialismo, lo que ha permitido una injerencia constante de EEUU en los asuntos internos del país, al tiempo que el país ha cumplido servilmente el rol de peón militar y político de sus intereses en el continente y en el mundo.

Pero con el Plan Colombia -desde el gobierno de Andrés Pastrana-, estos rasgos se hiperdesarrollaron y el país se convirtió en “el portaviones político y militar” del imperialismo en la región. Para esos fines imperialistas contra la soberanía de los países independientes como Venezuela y Ecuador y bajo la bandera de la guerra contra el narcotráfico, inundaron el país de bases militares de EEUU, cometieron todo tipo de atropellos, incluso violando las fronteras de esos países. En este marco, las FFMM de Colombia llegaron a ser las más grandes -en términos proporcionales- del continente y desde antes el país recibe la tercera inversión militar más grande de parte de EEUU, sólo después de Israel y de Egipto.

Han recibido por décadas el presupuesto más alto del estado y han gozado de gran poder e impunidad, actúan casi con licencia para matar en muchas regiones del país. Y durante los gobiernos de Uribe ayudaron a instaurar un verdadero régimen de terror férreamente apoyado y secundado por EEUU, en el que reinaron violaciones a los derechos humanos como los falsos positivos. Desde entonces estas instituciones represivas viven un proceso de descomposición creciente, cada semana hay un escándalo nuevo por chuzadas, por espionaje contra jueces, periodistas y opositores políticos, por violaciones de derechos humanos, así como por todo tipo de atropellos y episodios sistemáticos de corrupción al más alto nivel. Pero el gobierno de Duque se dio a la tarea de restituir en los más altos cargos del Ejército a oficiales comprometidos en todo tipo de acciones criminales, como los falsos positivos. Por ello es el responsable político de la matanza sistemática contra líderes sociales y excombatientes y del nuevo auge del paramilitarismo, todo bajo la más descarada impunidad. En este marco las crecientes denuncias por abusos sexuales contra mujeres y niñas por parte de militares, se entiende perfectamente.


¡No es un fenómeno nuevo: la violencia contra la mujer ha sido un instrumento de guerra y dominación… también del imperialismo!

El uso del cuerpo de la mujer como botín de guerra es una práctica sistemática que convierte a las mujeres y sus cuerpos en instrumentos de control y dominación, es una forma de intimidación, castigo o represalia contra el enemigo, en la que los actores armados de un conflicto siembran el terror en las comunidades e imponen el control militar. Esta práctica la podemos encontrar a lo largo de la historia en varios hechos devastadores. Un ejemplo de esto es la guerra de Bosnia (1992-1995), en la cual las fuerzas serbias practicaron violaciones masivas entre las mujeres bosnias musulmanas en los campos de concentración por ser consideradas como parte de sus servicios; la guerra del Congo (1998-2003), en la cual, según un estudio de American Journal of Public Health, se habrían violado cuatro mujeres cada cinco minutos, lo cual arroja un aproximado de 400.000 mujeres violadas al año; o en África, en el 2013, en donde el cuerpo de las mujeres era el salario con el que el gobierno pagaba a sus milicianos, miles de mujeres eran explotadas, violadas u obligadas a casarse con los soldados que habían asesinado a sus familias. Estos son sólo algunos de los hechos atroces que se han cometido contra las mujeres y niñas alrededor del mundo, y que demuestra que los actores del conflicto no sólo libran la batalla en los territorios, sino que también los cuerpos de las mujeres se convierten en su campo de batalla.

Colombia, en sus más de 50 años de conflicto armado, no podría ser la excepción frente a esos abusos y violencia sistemática contra la mujer y, aunque hasta el momento ningún actor armado ha reconocido públicamente la responsabilidad por el uso de la violencia sexual, hay varios informes del Centro Nacional de Memoria Histórica que confirman la dimensión de los daños y la magnitud de la violencia con que el cuerpo de las mujeres y niñas han sido objeto de sometimiento, de apropiación, y de despojo de su dignidad y de su humanidad, que en últimas es una cuestión de poder, pues es en la violencia sexual donde el cuerpo de la mujer es el bastidor o soporte en el que se afirma la destrucción, sometimiento y dominación moral del enemigo, lo cual sigue perpetuando la construcción de masculinidades despóticas y violentas.

Las prácticas de violencia, violencia sexual y abuso que convierten a las mujeres y niñas en un instrumento para la guerra, no solamente han sido ejercidas por las fuerzas militares colombianas, sino que, también, se ha ejercido por grupos paramilitares y guerrilleros –esto bajo el conflicto armado—, y como si esto no fuera poco, por las tropas militares del imperialismo yanqui. Esto último obedece, precisamente, a que la burguesía colombiana, encabezada por el Estado, ha mantenido por décadas su absoluta complacencia y entrega al imperialismo estadounidense. Este servilismo que ha ido creciendo desde el 2001 con el “Plan Colombia” y que se intensificó bajo los gobiernos de Uribe, Santos, y, actualmente con Duque, ha convertido a Colombia en el “portaviones político y militar del imperialismo yanqui”: la existencia de 12 bases militares estadounidenses –aunque sólo se reconozcan 7–, el ingreso de Colombia a la OTAN en el 2018; la financiación, el monitoreo y equipamiento de los aparatos militares e inteligencia yanqui a las Fuerzas Armadas y su participación en las maniobras militares estadounidenses; las operaciones conjuntas con Estados Unidos para “combatir” a las FARC en países vecinos como Ecuador y Venezuela –precisamente en estos países que no son serviles al imperialismo–, la firma de los Tratados de Libre Comercio, el ingreso de Colombia a la OCDE; son sólo una muestra de la disposición abierta del gobierno y de las Fuerzas Armadas colombianas a colaborar con el amo del norte en su deseo de control y dominación política y económica de América Latina. En ese marco, no sólo le ha dado carta abierta a los yanquis para que intervenga en los asuntos políticos y económicos del país, sino que, también, parece habérsele otorgado a sus Fuerzas Armadas un permiso absoluto para cometer vejámenes, entre ellos el abuso sexual hacia las mujeres y niñas, contra las poblaciones vulnerables del territorio colombiano sin que éstos tengan repercusión alguna.

En el “informe de la comisión histórica del conflicto y sus víctimas”, se revela que entre el 2003 y 2007 al menos 53 mujeres menores de edad fueron violadas por soldados y funcionarios de seguridad de EEUU en cercanías de la base militar de Tolemaida; y no solamente fueron víctimas de este tipo de violencia sexual, pues dichos actos fueron grabados y vendidos como material pornográfico. Aunque frente a estos actos la Defensoría del Pueblo en Colombia y el ICBF han asegurado hacer un seguimiento y la embajada estadounidense en Colombia ha señalado que cualquier mala conducta por parte de sus fuerzas armadas será tomada “muy en serio”, en la actualidad no hay ninguna condena ni proceso abierto contra soldados o agentes gringos por delitos sexuales en el país. Este derroche de impunidad demuestra hasta dónde es capaz de llegar la oligarquía y el estado colombiano en su sumisión al imperialismo, así como los rasgos coloniales del país en su relación con esa potencia extranjera.


¡Los ataques sistemáticos a las mujeres por parte de las fuerzas Armadas se concentran en los grupos históricamente más oprimidos!

Las mujeres, sus condiciones, la violencia y opresión a la que están expuestas, no se pueden hablar genéricamente ni en abstracto. Los ataques contra las mujeres, se han enfocado en los grupos que siempre han sido más afectados por otras condiciones como la de ser negra, indígena, pobre, “poco educada”, trabajadora, transexual o discapacitada.

La encuesta realizada en el marco de la campaña “violaciones y otras violencias, saquen mi cuerpo de su guerra” realizado para el periodo de 2010-2015, concluye que las mujeres negras, entre 15 y 24 años, pertenecientes al estrato socioeconómico 1, son quienes más expuestas han estado a ser víctimas de violencias sexuales en el marco del conflicto armado. Además, el mismo informe, realizado para el periodo 2001-2009, revela que 48,5% de las víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto pertenecen al estrato 1 y el porcentaje restante, a los estratos 2 y 3.

Para las mujeres racializadas -afrocolombianas e indígenas- la violencia ha sido mucho peor porque se ha combinado con actitudes históricas asociadas al colonialismo, el racismo y al esclavismo, pues, no es un secreto para nadie que, desde los tiempos de la colonia, el cuerpo de la mujer ha sido objeto de dominación. Además, los territorios que habitan son los más afectados por la desatención y olvido estatal, lo que se evidencia en su situación de vulneración a derechos básicos como la salud, la educación y el trabajo digno. Todo esto muestra que, como en todas sus otras manifestaciones, la violencia del estado tiene un marcado sello de clase. En esos lugares, que aparecen como tierra de nadie, es donde más se viven los abusos y los vejámenes.


¡El Estado y sus instituciones son complacientes con la violencia sexual y abuso contra las niñas y mujeres!

El presidente de Colombia Iván Duque, frente a lo sucedido con la violación a la niña Emberá por parte de las fuerzas militares, señaló en una rueda de prensa: “No toleramos ningún tipo de abuso a menores de edad y mucho menos cuando involucre uniformados que enlodan el honor de las fuerzas con actos ruines como el denunciado en Pereira contra niña indígena”, así mismo, mencionó que se estrenaría la cadena perpetua con los militares involucrados en este caso. Sin embargo, aunque el presidente quiera dar a los colombianos unas palabras de “alivio” y “seguridad” frente a este caso y pretenda de esta manera “garantizar” la no impunidad, sus declaraciones no pudieron ser más cínicas, pues parece que al presidente se le olvidó que fue el mismo quien hace poco nombró una nueva cúpula militar en la que muchos de los militares y generales, están implicados en casos de falsos positivos y violación de derechos humanos. Incluso, mantuvo a Nicasio Martínez como comandante del ejército a pesar de su relación con procesos de violación de derechos humanos e hizo lo imposible por mantenerlo en su cargo, hasta que lo dejó caer evitando que salieran más denuncias a la luz, igual que con el ministro de defensa Guillermo Botero, la ficha de Uribe que trató de encubrir el bombardeo despiadado contra unos niños, acción que le costó el cargo. Por eso insistimos en que se trata de un fenómeno estructural, propio del carácter de estas Fuerzas Armadas, las mismas que han sido la punta de lanza de la historia de masacres y asesinatos políticos, muchos en complicidad con los paramilitares, las mismas que soportaron el régimen de terror del matarife en sus dos períodos presidenciales, y cuya cúpula fue restituida en el poder por Duque como parte de su esfuerzo por reinstaurar dicho régimen de terror.

Por otra parte, frente a ese mismo caso, el Fiscal General de la Nación Francisco Barbosa, se vanagloria de haber hecho un rápido proceso en contra de los militares que aceptaron cargos, pero su teatro se cayó al piso cuando, en el fallo, se les acusó de acceso carnal abusivo, lo que, según la ley, implicaría insinuar que la menor consintió la violación (algo impensable), además que da una rebaja de pena a los agresores. Como si este fallo fuera poco, los siete exmilitares fueron trasladados a un batallón en lugar de ser llevados a una cárcel regular, lo cual no fue explicado ni tiene razón de ser pues ya no pertenecen a la milicia.

Como en muchos otros casos la Fiscalía y el sistema judicial, son cómplices de la corrupción que hay dentro de esta institución (FFMM, policía y ESMAD), pues ocultan y encubren todos los crímenes que se cometen en contra las mujeres (pobres, campesinas, trabajadoras), los luchadores populares, sindicales, indígenas y defensores de derechos humanos. Y, descaradamente, nos hacen un llamado a confiar en los miembros de estas instituciones, quienes abusan, violan, persiguen, amenazan, criminalizan y desaparecen, lo cual resulta aún más oprobioso y hasta cínico.

La impunidad y el desprecio hacia la vida de los pobres y los oprimidos son las marcas distintivas de este régimen y de este gobierno, como se evidencia con los casos antes mencionados y, en este momento, con el recrudecimiento de las masacres y asesinatos contra niños y jóvenes: 6 jóvenes asesinados en la zona rural del municipio de Tumaco, 8 jóvenes entre 19 y 25 años masacrados en la aldea Santa Catalina (Samaniego, Nariño), 5 niños entre los 14 y 16 años degollados en Cali, tres jóvenes entre los 20 y 30 años acribillados en la zona rural del municipio de Abrego (Norte de Santander), dos niños de 12 y 17 años asesinados en el Municipio de Leiva (Nariño) –todo esto sin mencionar los asesinatos recientes a líderes y lideresas sociales, e indígenas–.

Respecto a todos esos acontecimientos atroces el gobierno de Iván Duque, no hacen más que emplear palabras eufemísticas pretendiendo así minimizar la gravedad de los hechos, culpando al narcotráfico e incluso a las mismas víctimas, y encubriendo a los perpetradores de esos crímenes. Lo cierto es que el único responsable político de las violaciones de derechos humanos y matanza contra mujeres, jóvenes, niños, lideres, campesinos y trabajadores, es el gobierno uribista de Iván Duque, quien en su empeño por reinstaurar el régimen del terror del uribismo y en su benevolencia al imperialismo yanqui, han permitido las violaciones sexuales, masacres y desapariciones forzadas contra lo pobres, explotados y oprimidos.


Referencias bibliográficas

miércoles, 26 de agosto de 2020

PepsiCo- Funza en medio de la pandemia se deshace de sus trabajadores enfermos –con estabilidad reforzada- y avanza en su propósito de liquidar la organización sindical SINALTRAINAL

La empresa extranjera PEPSICO, que produce de alimentos empacados (papas margarita, doritos, Natuchips etc.), bebidas gaseosas y energizantes, entre otros productos de masivo consumo popular, quien se presenta al público con proyectos sociales como “Una hectárea de sueños que siembra la reconciliación en Boyacá” o propagadas de televisión realizadas por personajes famosos y costoso como Leonel Messi, NO tiene problema en someter a sus obreros, a sus operadores en medio de la pandemia a fuertes presiones, procesos disciplinarios abusivos y a sobrecarga de trabajos reduciendo los salarios. A los trabajadores que han ganado estabilidad laboral reforzada por sus enfermedades laborales les propone acuerdos leoninos para que renuncien a su derecho, buscando al tiempo la destrucción de la organización sindical SINALTRAINAL.

 

Bajo la pandemia, los grandes capitalistas nacionales y extranjeros, apoyados en el antiobrero gobierno Uribista de Duque, golpean sin cesar a los trabajadores. La crisis económica mundial se descarga inclemente sobre los hombros de los pobres y los explotados mientras los ricos se hacen más ricos. Las acciones de resistencia ante los ataques de patronos y gobierno se multiplican, trabajadores, estudiantes y activistas de derechos humanos buscan resistir el ataque a los derechos y a la vida misma.  Estas luchas de resistencia se realizan de manera aislada y en difíciles condiciones. En solidaridad con estas luchas,  Cacerolazo en línea publica el comunicado las fotos y vídeos producidos por los compañeros de SINALTRAINAL con motivo del mitin realizado el día 24 de agosto de 2020 en las instalaciones de la empresa en Funza (Cundinamarca)  y se permite llamar a la solidaridad, unión y coordinación de las luchas de trabajadores y el pueblo colombiano en contra de este régimen antiobrero y criminal del Uribista Duque, que condena al hambre y baña en sangre al pueblo colombiano.

 


COMUNICADO SINALTRAINAL 24 DE AGOSTO DE 2020: 

Jornada de denuncia frente a PepsiCo planta Funza, motivos :arreglos injustos donde pretenden callar a la gente con dinero sin tener en cuenta antigüedad, enfermedades laborales, situación económica y familiar, nada, el dinero se acaba y la enfermedad sigue, la gente renuncia voluntariamente con una abogada de frente que les dice tomen lo que hay o la compañía decide sacarlos solo con su liquidación, las trabajadoras que aceptaron este arreglo lo hicieron más por persecución aburrimiento por el nefasto clima laboral que hay al interior de la multinacional más trabajo por menos plata, exceso de calor,. Se justifican en las reformas del gobierno y el distanciamiento social para mandar a descargos y tener argumentos para sacarlos, nadie defiende a nadie no hay compasión por quienes con esfuerzo y sacrificio sacan a diario la producción todos aceptamos sus condiciones, por recibir un salario y sostener nuestras familias por temor a perder nuestro trabajo, nadie levanta la mano por miedo a las represalias. Nos han despedido directivos sindicales y compañeros directos con excusas poco válidas SINALTRAINAL rechaza estos actos, esta dictadura que día a día hace más difícil desempeñar nuestra labor, exigimos trato justo a los trabajadores, no más persecución a los trabajadores enfermos y sindicalizados, mejores garantías en nuestras áreas de trabajo, respeto a la convención colectiva, a la libre asociación, no más abusos no sean descarados ustedes son lo que son gracias a quienes venden su fuerza de trabajo para dicha multinacional. LO MEJOR QUE TIENE PEPSICO ALIMENTOS SON SUS TRABAJADORES LOS DEMÁS SON EXPLOTADORES, SINALTRAINAL sigue en pie de lucha así quede uno solo hay sindicato y se les duele pues se soban... a llorar a los Olivos.

 

 

martes, 25 de agosto de 2020

La medida de aseguramiento contra Uribe: un duro golpe al uribismo y al gobierno que profundiza la crisis del régimen


 La medida de privación de la libertad domiciliaria contra Álvaro Uribe, dictada el pasado 5 de agosto por la Corte suprema de Justicia, fue recibida con entusiasmo y como una conquista por amplios sectores democráticos y de masas de la sociedad colombiana, lo que se reflejó en cacerolazos y algunas movilizaciones espontáneas en varias ciudades del país.

 No es para menos: aunque se trata de una medida limitada frente a quien ha sido la máxima dirección política del paramilitarismo y de los sectores más reaccionarios o directamente fascistas del país (con su legado de muerte y terror: de masacres, desplazamiento, exterminio de líderes sociales, ejecuciones extrajudiciales, persecución a la oposición política y a las cortes, y ataques sistemáticos a Venezuela y otros países independientes en su entrega incondicional al imperialismo norteamericano), se trata del golpe más importante que ha sufrido Uribe, el uribismo y el gobierno de Duque, un detonante que agudiza la crisis del régimen político y una amenaza para todos aquellos que se han mantenido en la impunidad durante décadas.

 En primer lugar, porque es un golpe en medio de una crisis y de una división burguesa prolongada y que atraviesa a todas las instituciones: porque pone fin a la “intocabilidad” de Uribe, con todo lo que ello representa: que todos los que se esconden tras él -ganaderos, empresarios, políticos, altos oficiales de las FFMM, narcotraficantes y paramilitares, comprometidos en todo tipo de crímenes atroces- pueden perder su escudo protector; porque Uribe es el capo, el mandamás indiscutido -el Bonaparte- que impone el orden y mantiene la unidad en una fracción burguesa y en un partido, que más que un partido es un rejunte de canallas que se odian y combaten entre sí, y que sin el jefe tienden a defenestrarse unos a otros; porque es quien garantiza que se mantenga el código de silencio entre un montón de socios y cómplices, que podrían empezar a cantar a grito limpio para intentar salvarse.

 Pero lo es también porque profundiza las tensiones entre Duque y su partido, quitándole su soporte fundamental -en el partido y en el gobierno- y porque, ante su debilidad manifiesta, abre la posibilidad de que sus aliados en el congreso empiecen a abandonarlo, al tiempo que envalentona y refuerza a todos los enemigos, tanto del gobierno, como de Uribe.

 El golpe evidencia la crisis histórica del Uribismo. El Uribe que va preso, por más que conserve el apoyo de un sector importante de masas -fanáticos suyos- y que goce del respaldo de sectores burgueses incondicionales dentro y fuera del país, no es aquel caudillo que salvó al régimen de su crisis más aguda en el momento en que se hundían los dos partidos burgueses tradicionales -el Liberal y el Conservador-, el que unificó al país bajo el programa semifascista de exterminio a la guerrilla y al comunismo, logrando el apoyo de prácticamente toda la burguesía, la inmensa mayoría de las clases medias, de los sectores populares y hasta de una parte de la clase obrera.

 No es el mismo político burgués que consiguió la mayor influencia política de masas de toda la historia del país, y que con ese apoyo instauró un verdadero régimen de terror, que sin dar un golpe militar -como en las dictaduras del Cono Sur- impuso una cruenta derrota política a los trabajadores y el pueblo combinando represión, demagogia y métodos de guerra civil despiadados de la mano de un gigantesco aparato paramilitar. Esa figura poderosa empezó a morir por lo menos desde mediados del año 2019 y la gran causa unificadora de las masas del Paro Nacional del 21 de noviembre de 2019 - 21N - fue precisamente el deseo de derrotar políticamente a Uribe y todo el horror que representa. El gobierno advenedizo de Duque tiene por meta restaurar el régimen de terror del Uribismo, pero es justo eso lo que queda cuestionado.

 Por esta razón, hacen mal quienes desestiman la medida por considerar que no es suficiente o que eventualmente puede llegar a ser revertida. El arresto de Uribe configura el pico más alto de la creciente crisis política y el desprestigio del uribismo y, en consecuencia, es un remezón muy importante para Duque, que exacerba las contradicciones en las instituciones y entre los sectores que dominan al país justamente cuando necesitaban mayor “gobernabilidad”, es decir, control y unidad política para aplicar en el futuro inmediato las medidas dirigidas a hacer pagar la crisis económica y los efectos de la pandemia a los trabajadores y a los pobres (reforma laboral, pensional, a la salud, tributaria, etc.), y para contener y reprimir los posibles estallidos sociales que se avizoran. 

 La decisión expresa la profundidad de la crisis y la disputa interburguesa que durante los últimos años ha dividido a la clase dirigente del país y que ha adoptado, entre otras, la forma política de la lucha entre defensores y opositores a la firma e implementación del Acuerdo de Paz de La Habana del 2016. Además, la pugna interburguesa se ha expresado directamente en todas las elecciones desde la salida del poder de Uribe y, más allá, en las divisiones en el aparato de justicia en procesos judiciales y a partir de los choques del uribismo contra la Corte Suprema y la Jurisdicción Especial para la Paz – JEP y al interior del ejército, la policía y otras instituciones (con escándalos por interceptaciones a congresistas, miembros de gobierno, jueces y periodista desde los aparatos de inteligencia financiados por el imperialismo).

 Coincide con el creciente sentimiento democrático y antiuribista de amplios sectores de la población, que tuvieron su mayor expresión en las movilizaciones y el 21N, en el que la consigna dominante fue “Uribe, paraco, el pueblo está verraco”, pero que ya se había expresado antes, con las incontables rechifladas a Uribe en cuanta ciudad o pueblo se aparecía, en la multitudinaria marcha del 26 de julio, que unificó a decenas de miles en todo el país en su repudio generalizado a los asesinatos de líderes sociales, defensores de derechos humanos y excombatientes, al paramilitarismo y a Uribe, y en los 8 millones de votos a favor de Gustavo Petro, en unas elecciones presidenciales en las que varios partidos de la oligarquía que ya se querían quitar de encima al Uribismo, tuvieron que -desesperados- apoyar a Duque para impedir que Petro ganara la presidencia.

 La captura de Uribe vuelve a poner en evidencia la insustancialidad del gobierno de Duque, que había quedado suspendida por la irrupción de la pandemia: “En realidad, el gobierno de Duque es una especie de entremés amargo, una pausa mientras todos se preparan para las próximas elecciones presidenciales, en las que la oligarquía citadina espera retomar el control, pero en las que también se espera la reaparición de Petro”. (Colombia: el intento de restauración del régimen de terror uribista, Perspectiva Marxista Internacional, 2019).

 

Entre el llamado a la subversión y la defensa incondicional del orden institucional

 Las reacciones no se hicieron esperar: desde antes que fuera anunciada la decisión, Duque intervino abiertamente en el caso, diciendo que no se podía poner en duda la “honorabilidad” de Uribe y su combate contra la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico en el país. Ante las críticas de varios sectores por inmiscuir al gobierno en las decisiones de la justicia, argumentó que hablaba como “ciudadano” y no en calidad de presidente, agitando que era una injusticia privar de la libertad a un expresidente mientras que, a los terroristas de las FARC, entre ellos Jesús Santrich acusado de un caso de narcotráfico, se les había permitido mantener la libertad y a otros ocupar curules en el Congreso.

 El uribismo salió a promover una venganza contra las altas cortes (la Asamblea Constituyente y una reforma a la justicia que instaure una Corte única y acabe con la JEP), que evidencia una vez más su anhelo totalitario de liquidar todo contrapeso institucional y de concentrar aún más el poder en el ejecutivo. Pero fue más allá: un sector encabezado por la senadora Paola Olguín elevó un confuso llamado a un levantamiento militar: “Hoy yo no les voy a pedir que salgamos en defensa de Uribe porque es Uribe, o por defender un partido, sino por defender la justicia, el estado de derecho y la democracia”. Sin embargo, ninguno de sus llamados concitó el apoyo de masas que esperaban.

 Los gremios económicos del país -muchos de cuyos miembros se encuentran comprometidos en todo tipo de complicidades y negocios con grupos paramilitares-, han manifestado su apoyo a Uribe reclamando que pueda defenderse en libertad, preocupados porque pueda romperse el pacto histórico de impunidad que ha cobijado a todos los expresidentes, por la inestabilidad institucional que pudiera generar la decisión, y porque si cae Uribe nada impediría que caiga cualquiera de los suyos.

 Mientras tanto, la oposición burguesa y pequeñoburguesa (Santos, De la Calle, Petro, Robledo, Claudia López, Fajardo), con algunos pequeños matices, coinciden en que lo fundamental es “preservar la institucionalidad”, en su voto de confianza incondicional para la justicia burguesa y en su afán por buscar alternativas para canalizar cualquier muestra de descontento generalizado (hasta ahora contenido por la pandemia) por la vía electoral. Aunque todos apuntan a que todo se resuelva institucionalmente en las elecciones de 2022, tienen un gran problema y es que la coyuntura debilita aún más al gobierno y al régimen en el contexto de una durísima crisis económica y social que se agudiza día a día.

 Para colmo de sus males, según las más recientes encuestas entre los posibles candidatos a la presidencia, Petro aparece liderando con una intención de voto entre el 18% y hasta el 32,9%. Aunque Petro se juega a proponer un proyecto capitalista alternativo “Progresista”, buscando atraer a los sectores burgueses que están en contra de Uribe -el llamado Pacto Nacional-, sobre la base de garantizar altas dosis de impunidad que hagan posible la “reconciliación nacional”, para la gran oligarquía también es inaceptable que él gobierne, tal y como quedó constatado en las últimas elecciones presidenciales en las que sus partidos terminaron apoyando a Duque. En la lógica fundamental de recapturar el control pleno del aparato del Estado, hasta el momento la oligarquía ve en Petro una amenaza para sus intereses.

 

 Trump al rescate de Uribe y del “portaviones”

 La preocupación por el futuro gobierno no es exclusiva de la burguesía nacional. Resulta revelador el último video de campaña electoral de Trump, en el que incluye a Petro al lado de Fidel Castro, Chávez y Maduro como amenaza castrochavista alegando que “progresismo” es el sinónimo actual de “socialismo”.  Más aún, apenas se supo del arresto de Uribe, el vicepresidente Pence, en nombre del gobierno de Trump y en un acto de violación de la soberanía nacional, salió a interceder por Uribe, pidiendo que se le permita defenderse en libertad y reivindicándolo como un “héroe de la libertad”.

 Pero no es sólo eso. Lo que están cuidando Trump y los otros sectores del imperialismo que lo apoyan es el sagrado rol de portaviones político y militar que Colombia representa para EEUU en la región, en defensa de sus intereses estratégicos y en contra de los países independientes que resisten su arremetida. La preocupación por la posible desestabilización de su “portaviones” viene de antes, pues los yanquis son conscientes del importante cambio político que significó el 21N, saben del creciente retroceso del Uribismo y de las ansias democráticas del pueblo colombiano, y temen por futuros alzamientos de masas que puedan patear el tablero. Es por eso que están reforzando cada vez más su presencia militar en el país y que tratan de resolver la dura división y la crisis de las Fuerzas Armadas colombianas.

 La detención de Uribe, baluarte de las políticas coloniales de los yanquis en América Latina, agudiza aún más dichas preocupaciones, es por eso que -en medio de una situación interna muy comprometedora para el gobierno de Trump- éste ha salido al rescate del gobierno de Duque con una inesperada visita de tres altos funcionarios, los cuales han venido a ofrecer su respaldo y a prometer importantes inversiones y donaciones económicas.

 

La condena a Uribe representaría un importante triunfo democrático de las masas

 El expresidente Uribe acaba de renunciar al Senado para evadir la competencia de la Corte Suprema y pasar a la justicia ordinaria -en la que como todo el mundo sabe cuenta con su peón el fiscal Barbosa-, mientras que ha sido llamado a rendir versión libre por la misma Corte Suprema de Justicia, ahora por la masacre del Aro y La Granja. No se sabe si esta jugada le saldrá bien, y aún si la corte le impide que se vaya, tampoco es ninguna garantía de que sea condenado. Por el momento, con todo y el decidido respaldo del imperialismo a Uribe y a Duque, la crisis y la división política no hacen más que agudizarse.

 Entre tanto, como una suerte de venganza terrorífica, en el país se recrudecen las masacres en distintas zonas, cobrando las vidas de niños y jóvenes. No debe extrañarnos: la burguesía colombiana tiene una larga y siniestra tradición de violencia política, incluso para dirimir sus propias diferencias. Es incluso probable que esta tendencia se agudice mucho más y que incluso reaparezcan viejas lacras como los magnicidios y otros horrores semejantes. Si bien el Uribismo, en medio de su crisis casi irreversible, no tiene la capacidad de imponer su salida política al país, junto con sus despiadados aliados armados en las regiones y sus agentes en las Fuerzas Armadas y en el aparato de inteligencia todavía puede hacer muchísimo daño. Por eso debemos estar muy alertas (1).

 También es de esperarse que Duque acelere su tendencia autoritaria de la mano de los yanquis, en medio de su creciente debilidad, y a medida que la crisis económica y social se agudiza (2). No es posible vaticinar en este momento si las fuerzas oligárquicas que lo respaldan -como Cambio Radical y sectores de la U- le mantendrán su apoyo para sostenerlo por el tiempo que le queda en el poder, o si están dispuestos a dejarlo caer para emprender su propia carrera por la Presidencia, o si emprenderán su marcha hacia “nuevos horizontes” como está haciendo el Partido Liberal en cabeza del expresidente César Gaviria, quien ha salido a atacar duramente a Uribe y a Duque; pero incluso el expresidente Pastrana, figura clave en la elección de Duque, cada vez lo critica más en público. Tampoco es seguro si los proyectos de Pacto Nacional bosquejado por Humberto De La Calle y por Petro terminarán cuajando. Lo que sí es cierto es que están a la orden día los grandes problemas de la sociedad colombiana, en especial los de carácter democrático.

 Como son el problema del bonapartismo y de los rasgos fascistas del régimen político colombiano: el peso de las Fuerzas Armadas en la sociedad y el Estado,  la endémica relación de éstas con el paramilitarismo, el presidencialismo, la cruenta y fallida guerra contra el narcotráfico auspiciada por EEUU, los asesinatos y masacres sistemáticas como método para combatir a la oposición y para derrotar la lucha de clases… Todos estos en su estrecha relación con la presencia ya casi colonial del imperialismo en nuestro país, repleto de bases y asesores militares extranjeros. Un cúmulo de viejas lacras sociales y políticas que Uribe y el Uribismo llevaron a su máxima expresión, pero que ya las masas obreras y populares, en especial la juventud, no aceptan más y a las que ansían poner fin, como se evidenció con contundencia en el 21N. La condena a Uribe representaría un primer triunfo muy importante para esa lucha democrática, un punto de partida fundamental en la tarea de democratizar el régimen y la sociedad colombiana y de honrar la memoria de las miles de víctimas de todos sus crímenes.

  

Por la más amplia unidad de acción democrática para derrotar las tendencias fascistas del régimen

 También están todos los problemas estructurales de esta sociedad, como la espantosa concentración de la tierra en unas pocas manos, la opresión económica, política y militar del imperialismo, expresada en los TLC, en la guerra contra el narcotráfico y en una pléyade de acuerdos políticos y militares que atan nuestro país a los intereses de EEUU. La enorme desigualdad social y la creciente explotación, que se agudiza con la pandemia y la crisis económica actual. La solución de fondo a todos estos problemas no va a venir de la mano de este régimen, ni de ninguno de sus partidos, defensores todos del sistema capitalista. Es por eso que las elecciones y las otras salidas institucionales tampoco nos ofrecen ninguna garantía. De lo que se trata justamente es de derrocar este gobierno, este régimen y de seguir luchando por un gobierno obrero, campesino y popular.

 Los trabajadores y los pobres no tenemos por qué depositar ninguna confianza ni en la justicia burguesa -la misma que persigue a luchadores obreros y populares y mantiene encarcelados, incluso sin condena, a centenares de presos políticos-, ni en ninguna institución de este régimen podrido. Nada nos garantiza que no lo absuelvan o que negocien, tras bambalinas, un nuevo pacto de impunidad que lo libere sacrificando a criminales menores a cambio de preservar a los peces gordos, a todos los otros cómplices de la matanza contra los luchadores en el país. Pero eso no debe impedirnos reconocer las tremendas contradicciones y fisuras que existen entre los poderosos, las cuales tienen que ser aprovechadas por los trabajadores y el pueblo pobre.

 Como marxistas revolucionarios, por principio no apoyamos o defendemos ninguna decisión de un régimen o de un gobierno burgués, pero sí nos oponemos a los ataques bonapartistas y hasta fascistas del Uribismo y sus aliados contra los elementos de la democracia burguesa, como en este caso las cortes (3).  El Uribismo, desde sus primeros gobiernos, ha construido una larga trayectoria de ataques, intimidaciones, chuzadas y amenazas a los jueces, como parte de su esfuerzo por doblegar y controlar a todas las otras instituciones y poderes, llegando incluso a entregarle el aparato de inteligencia a los paramilitares para amedrentar y perseguir a sus opositores. Por eso, ahora más que nunca, debemos denunciar y combatir el intento de Duque por reinstaurar el régimen de terror uribista, propiciando la más amplia unidad de acción democrática en su contra.

 Es por eso que llamamos a los trabajadores y trabajadoras de todas las organizaciones obreras, campesinas y populares (estudiantiles, indígenas, afro, de mujeres, barriales, de derechos humanos) a que exijan a sus dirigentes de la dirección de la CUT, de la CGT, a Petro, a Robledo, a Claudia López, ponerse al frente del trabajo unitario contra la arremetida totalitaria de Duque y del Uribismo. Así como a todas las personalidades y organizaciones que se reclaman democráticas, a los sectores que convocaron la movilización del 26 de julio, y a quienes participaron e incluso a los que no en el 21N, pero que comprenden la importancia de esta causa, a organizar la más amplia unidad para luchar por la derrota de las tendencias bonapartistas y fascistas del gobierno Duque, para acabar con las masacres de jóvenes indefensos, con los asesinatos a líderes sociales, defensores de derechos humanos y excombatientes y por el castigo al genocida de Uribe.

  

Referencias

  1.  Ya van 10 masacres en este mes, 7 en los últimos 12 días, 4 en los últimos 3 días, más de 35 personas indefensas asesinadas de manera cruel y despiadada, mientras que Duque, que se resiste a hablar de masacres, pues según él son “crímenes colectivos”, es abucheado estruendosamente por los pobladores de las comunidades, quienes reconocen que sus muertos son víctimas de un gobierno y un régimen complacientes con los asesinos.
  2. Entre otras, distintos sectores han denunciado el proceso de blindaje y concentración de poder, al poner bajo mando del Uribismo no sólo a la Fiscalía sino también a la Contraloría, la Defensoría del pueblo y la Procuraduría.
  3.  Elementos o libertades democráticas que son claves para que la clase obrera y el pueblo pobre pueda reunirse, organizarse y movilizarse en contra de este sistema.

 

lunes, 24 de agosto de 2020

LAS MASACRES: RESPONSABILIDAD POLÍTICA DEL GOBIERNO URIBISTA DE DUQUE Y DEL RÉGIMEN DE TERROR COLOMBIANO

 




“¡Plomo es lo que hay, plomo es lo que viene, bala es lo que hay malditos terroristas!”, gritaba rabiosamente un uribista en una demostración que se hizo viral, en una marcha de enero del año pasado. Y, efectivamente, a “plomo” han caído asesinados decenas de niños, adolescentes, jóvenes, trabajadores, indígenas y campesinos, todos ellos indefensos y desarmados, en las 10 masacres que se han producido en un mes, 7 en los últimos 11 días, ¡4 en las últimas 48 horas!
 
Con crueldad decenas de personas han caído asesinadas desde la detención de Uribe, algunas denuncias hablan de más de 35. Decenas de familias en Cali, Samaniego, Ricaurte, Tumaco, El Tambo y Venecia lloran a sus hijos e hijas masacrados: de ellos 13 jóvenes, 5 en la ciudad de Cali degollados y con tiros de gracia y 8 acribillados en Samaniego (hijos de recicladores, obreros de construcción o profesores), demuestran a la perfección que el anuncio de aquel uribista no quedó solo en palabras.
 
Las masacres se dispararon justo después de que se dictara dicha detención domiciliaria contra Uribe, pero vienen de atrás. Hasta la ONU habla de 33 masacres en 2020, y 69 desde 2019. Indepaz ha denunciado el asesinato de 194 líderes sociales y defensores de los derechos humanos, de 8 familiares de estos, y de 41 firmantes del acuerdo de paz con las FARC, todo tan sólo en lo que va de este año… El recrudecimiento de las masacres en este preciso momento y la brutalidad y sevicia con los jóvenes resuena en la cabeza de decenas de miles como una maldición: ¿es esto parte de una venganza, de una campaña de terror por la medida de aseguramiento contra Uribe? ¿Volvemos a los más crudos momentos del pasado?

 





Demostrando una vez más su completo desprecio por las vidas del pueblo pobre y las víctimas de la violencia en el país, Duque evadió cínicamente referirse a las masacres por su nombre, y salió a decir que entre 2019 y 2020 se han presentado en el país 34 “homicidios colectivos”. Una vez más, pasó inmediatamente a lavarse las manos responsabilizando a las disidencias de las FARC, al ELN, al Clan del Golfo y los carteles mafiosos que tienen presencia en esos territorios.
 
Para zafarse de cualquier culpa, el gobierno dice que el responsable es el narcotráfico que actúa para controlar el territorio y las rutas del tráfico de drogas. Pretende ocultar un “pequeño detalle”: la escalada de violencia conexa al narcotráfico tiene su origen y motor en el sumiso y abyecto acatamiento por parte de Duque de la política de “prohibicionismo” y “guerra al narcotráfico” impuesta especialmente desde el gobierno de los Estados Unidos.

 

Nosotros sostenemos lo contrario: Duque es el responsable político de la matanza obrera, campesina y juvenil. Esta responsabilidad se demuestra por su obstinación en restaurar el régimen uribista, con su legado de terror en todos los órdenes:

 

1. Duque ofrece una ciega sumisión a la política de “guerra contra las drogas” impuesta por el imperialimo yanqui. Esta política que ha demostrado ser un completo fracaso histórico frente al tema de los narcóticos, mientras las medidas como la erradicación forzada y la aspersión aérea de glifosato impulsan la violencia, el desplazamiento (en otras palabras, la concentración terrateniente de la tierra), la muerte y destrucción de la naturaleza en los territorios del país, sumiéndolos en la barbarie y el atraso.

 

Mientras tanto, la política de “prohibicionismo” y “guerra al narcotráfico” sí sirve como pretexto para la injerencia militar yanqui en Colombia, para justificar sus bases militares y sus soldados en nuestro territorio y para amenazar la soberanía de Venezuela. También sirve para que el gran negocio con los dineros de los narcóticos se haga en Estados Unidos y en los grandes bancos. Además, fomenta las mafias, los clanes y la narcopolítica que está incrustada en el Estado (sin la cual no sería posible exportar las toneladas de drogas que produce el país), y que sirve de base y hace parte de las entrañas del uribismo y de la financiación de sus campañas electorales.

 

2. Duque se ha negado a reconocer la sistematicidad de los asesinatos de líderes sociales en el país, en los que la mayor parte de los casos ocurridos están vinculados a la lucha campesina por la restitución de las tierras (a quienes no se les ha restituido ni siquiera el 5% de la tierra) que despojadas por los paramilitares, a la lucha por la protección del medio ambiente contra las políticas extractivistas y depredadoras, y contra la erradicación forzada de cultivos y aspersión con glifosato impuesta por el imperialismo, con sus comprobados impactos en la salud, la tierra y el agua.

 

3. El gobierno ha incumplido de forma consciente y manifiesta los más mínimos puntos democráticos derivados de los acuerdos de paz (como los relacionados con la tenencia de la tierra, todo para favorecer a los terratenientes) firmados con la guerrilla de las FARC y, sobretodo, con su comportamiento cómplice e inclusive directo a través de asesinatos perpetrados desde el propio ejército y la policía, en el exterminio de cientos de líderes, lideresas sociales y excombatientes desmovilizados de esa guerrilla (baste recordar el caso de Dimar Torres). Garantizando la impunidad de quienes dan las órdenes desde esas instituciones, Duque le ha dado vía libre a los victimarios y a la perpetuación de la violencia.

 

4. Duque ha puesto enfrente a una cúpula militar afín al uribismo, la cual ha sido denunciada por sus vínculos con ejecuciones extrajudiciales y una línea guerrerista y fanática que se expresó en la formulación de doctrinas operativas que privilegian como criterio de efectividad el número de muertes. Así, volvieron a aparecer crímenes aberrantes como los «falsos positivos», bombardeos indiscriminados como el de San Vicente del Caguan que dejó 8 niños asesinados en 2019, o las constantes operaciones contra la población campesina cultivadora de coca en Putumayo o Caquetá, que han dejado ya varios campesinos heridos y asesinados. Del mismo modo, los ministros de defensa se han mostrado prestos a seguir las correrías del uribismo como cabeza de playa de la agresión imperialista a Venezuela.

 

5. El partido gobernante tiene entre sus militantes, financiadores y simpatizantes a políticos vinculados al paramilitarismo, ganaderos, terratenientes y burguesías regionales asociadas al narcotráfico y al despojo de tierras. Todos estos sectores están implicados de manera directa o indirecta en los asesinatos de los líderes y luchadores populares: por ello su política ha sido la adjudicación de resposabilidades de la matanza a las disidencias de las FARC, las estructuras del ELN o simplemente al narcotráfico. Duque niega los hechos y oculta la verdad porque el uribismo está implicado de pies y manos.

 

6. La defensa incondicional que Duque hace de Uribe y de su supuesta “honorabilidad” ante sus evidentes nexos mafiosos, no es más que su defensa de la impunidad estructural que caracteriza la institucionalidad en Colombia, y de una burguesía que ha gobernado a sangre y fuego el país. En su convivencia con las masacres ante la crisis política del uribismo, el gobierno espera reencauchar su obsoleta política de mano dura y militarismo para supuestamente traer “seguridad” a las regiones, en medio de la ruina económica y social en que se sume el país.

 

¡No nos dejemos engañar! Toda la razón tuvieron los pobladores de Samaniego que recibieron a Duque con un masivo y sonoro abucheo: a este gobierno uribista le cabe toda la responsabilidad política por la escalada de las masacres y los asesinatos. Con sus políticas y acciones Duque fomenta y dispara la violencia que termina cobrando la vida de niños, jóvenes, indígenas, campesinos, líderes y lideresas sociales.

 

¡Hacemos un llamado a las centrales obreras, a la personalidades democráticas, a los partidos políticos que quieren defender los derechos humanos y a los líderes y luchadores populares a organizar la resistencia y proteger la vida de nuestros jóvenes, indígenas, campesinos y trabajadores de la maquinaria de muerte que los masacra bajo el gobierno uribista de Duque!
 
¡Unámonos todos los que defendemos el derecho a la vida y a las libertades democráticas!
 
¡Al unísono denunciemos la responsabilidad política del gobierno oligárquico de Duque en las masacres y preparémonos para defendernos y enfrentarlo!
 
CACEROLAZOenlinea
24 agosto 2020


domingo, 23 de agosto de 2020

¡S.O.S UNIVERSIDADES PÚBLICAS EN LUCHA POR LA MATRÍCULA CERO!


Que el gobierno de Duque asuma su responsabilidad política y financiera con las universidades públicas y sus estudiantes. Que garantice YA la matrícula cero en todas las universidades públicas del país, para amortiguar la crisis que los estudiantes y nuestras familias estamos viviendo en el contexto actual de la pandemia, no solo por la emergencia sanitaria sino también por la zozobra que vivimos constantemente, por no saber si podremos comer o estudiar, por la bancarrota económica de nosotros y de nuestras familias.


La decisión del Gobierno y el Ministerio de Educación Nacional de continuar con la modalidad de “educación virtual”, por los menos hasta lo que queda de este año, como una medida de prevención ante las dificultades que presenta la educación presencial por el contagio del virus, resulta preocupante y alarmante para todas las universidades públicas del país, por la crisis financiera estructural que estas padecen hace mucho y que se profundiza cada vez más en esta coyuntura de crisis económica generalizada. ¿Bajo qué condiciones piensa el gobierno de Duque que se podrá continuar hasta fin de año? si desde el principio esta medida ha presentado un sin número de dificultades debido a la desfinanciación de la educación pública y a la situación crítica de la mayoría de los estudiantes, que en muchos casos ni siquiera cuentan con conectividad a internet ni con equipos para procesar información.

El Gobierno Nacional no ha atendido el clamor de los estudiantes que valientemente en medio de la pandemia han salido en defensa de sus universidades por medio de tomas y plantones, exponiéndose al contagio y a los ataques del ESMAD. Por el contrario, reafirma su desprecio hacia las universidades públicas, arrojando a algunos a la realización de huelgas de hambre como última medida de presión, pues el descaro y la desidia de Duque y su gabinete no tienen límites.

A pesar de que no se han visto marchas multitudinarias por la dificultad que representa el contexto del virus, cada vez se siente con más fuerza la solidaridad y acompañamiento de múltiples sectores a los y las compañeras que se están arriesgando en los campamentos. ¡Saludamos fraternalmente las luchas que se han llevado a cabo estos meses y las que se mantienen en pro de la Matrícula cero! Es evidente que de no haber sido por la pandemia y la presión ejercida por los y las estudiantes en las manifestaciones que se llevaron a cabo a nivel nacional en estos últimos meses -y sin el apoyo de diversos sectores-, el Gobierno Nacional no hubiese siquiera pensando en aumentar el presupuesto a la educación pública, pero ese incremento está muy lejos de garantizar a matrícula cero, como ha querido hacer creer Duque. En el caso de las universidades públicas, como en el de las familias pobres y los hospitales, es patente la misma infamia de poner encima de todo, los intereses de los bancos y de los grandes empresarios.

No es que no haya plata, sí la hay, solo que invertir en la educación pública no es una prioridad porque no es un negocio ni beneficia económica y políticamente a la burguesía de este país, todo lo contrario, Duque y la oligarquía no tienen ningún interés en que se fortalezca y se preserve el pensamiento crítico y político que se forja dentro de las U. públicas y menos en este momento, por el contrario su plan a lo largo del tiempo ha sido desfinanciar y quebrar a las universidades públicas, bien para destruirlas o para poder privatizarlas y controlar todo lo que en ellas surge. La realidad es que ¡Sin inyección real de presupuesto el gobierno condena a los estudiantes a la deserción másiva y le niega el derecho a la educación a toda una generación. 

Foto tomada por Al carajo
Toma de la UPN / 
Foto Tomada por Al Carajo - Medio Informático 

¡NO NOS DEJEMOS ENGAÑAR: LA MATRÍCULA 0 DE DUQUE ES UN ESPEJISMO!

En este contexto Duque tiene el cinismo de anunciar el 11 de agosto que se han invertido $974 mil millones de pesos que beneficiarán a cerca de 400 mil estudiantes universitarios con el costo de la matrícula, que sería financiada entre un 70 % y un 100% para estratos 1 y 2, y que, según afirma "esta ayuda es una forma de entender la realidad y la afectación que tienen las familias colombianas, haciendo un aporte claro y concreto sin que esto implique sacrificar el acceso al conocimiento y la educación”, sabiendo que no es cierto, pues cuando se revisan las cifras que están en la página oficial del Ministerio de Educación queda en evidencia que lo único que hace es reencauchar cifras de ayudas que YA FUERON DADAS, y que muchos de estos dineros son asumidos por entes territoriales y Fondos de Solidaridad y, lo peor, que en la mayoría de los casos involucran dinero de las mismas universidades, que es tan infame como poner a donar sangre a un anémico.

Este anuncio tiene como propósito engañar a la población, convencerla – una vez más a través de su uso manipulador de los medios de comunicación serviles- de que ya está todo solucionando para los estudiantes, cuando la realidad es que el aporte hecho por el Gobierno Nacional fue de $97.500 millones, que tuvieron que ser repartidos entre las 63 IES, es decir, un promedio del 12% de lo que necesita cada una para cubrir la Matrícula Cero. Este mísero aporte fue hecho en mayo, cuando aún se estaba en pleno semestre 2020-1.

Frente al llamado de la comunidad universitaria los alcaldes y gobernadores de algunos departamentos destinaron fondos para contribuir a la condonación, pero en el caso de universidades que son de tipo Nacional, la situación es mucho más compleja, pues son las mismas universidades quienes han tenido que exprimirse para costear las matrículas, exponiéndose a huecos financieros que luego pueden ser contraproducentes, como en el caso de la Universidad Pedagógica Nacional, donde se dispusieron $2.122 millones que fueron sacados de la reducción de gastos que son necesarios para mejorar infraestructura o invertir a la investigación o para ayudar a aliviar la situación de sus estudiantes con programas urgentes de Bienestar universitario adaptados a la situación de la pandemia, además el rector asegura que este esfuerzo sólo puede hacerse por este semestre (2020-2) , pues el Gobierno Nacional sólo aportó $1.170 millones; mientras que la Universidad Nacional trasladó de sus propios recursos $2.200 millones para cubrir al 63% del pregrado y $800 millones para posgrados. ¿Qué pasará en los años posteriores cuando la crisis se agudice?

Lo que vemos es que, además de no garantizar el derecho a la educación de muchos estudiantes, a quienes arroja ya mismo a la deserción, estamos ante el hecho cierto de que la crisis estructural de las universidades públicas se agudiza, poniendo incluso -en perspectiva- a muchas en riesgo de quiebra o desaparición. La oligarquía y Duque no derramarán una lágrima por este desastre.


HASTA AHORA HEMOS CONSEGUIDO ALGUNAS CONQUISTAS PARCIALES

Es bien sabido que, sin las conquistas del paro estudiantil del 2018, la crisis actual sería tan profunda que seguramente para el semestre 2020-2 algunas universidades estarían cerradas.

Incluso lo que se ha ganado ahora, de parte de los entes regionales y de las administraciones de las mismas universidades, es en todo caso una conquista, así sea muy parcial y llena de complicaciones, de estas luchas actuales y del apoyo recibido por distintos sectores de la sociedad.

La base lograda para la mayoría de las universidades fue la matrícula cero para los estratos 1 y 2, las variantes se encuentran en los porcentajes de apoyo a los estratos restantes, por ejemplo, en la universidad del Valle se espera un apoyo del 30% para estrato 3 y un 20% para estrato 4, conseguido junto a la Gobernación del Valle del Cauca, además de $1.000 millones para conectividad. En la universidad de Sucre fue junto a la Alcaldía de Sincelejo con $300 millones de pesos y la Gobernación de Sucre por $1.000 millones de pesos. En la universidad de Caldas sólo se podrá beneficiar un 42% del estrato 2. Para la Universidad Industrial de Santander las matrículas serán asumidas por el gobierno departamental y buscará además apoyar a los estratos 1 y 2 de las Unidades Tecnológicas de Santander y la Universidad de la Paz. 

En la universidad Tecnológica de Pereira fue por medio de un aporte de $2.437 millones que reunieron en una bolsa común la Gobernación de Risaralda y las Alcaldías de 12 municipios. En Medellín fueron tres instituciones: el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, Universidad de Antioquia, Tecnológico de Antioquia con un aporte de $20 mil millones por parte de la Alcaldía, que además presiona a la Gobernación de Antioquia para que brinde ayudas a las demás instituciones que están bajo su cargo. En cuanto a la Universidad Distrital Francisco José de Caldas se requiere $6.800 millones, de los cuales la Institución sólo puede poner el 50% (recordemos que se está recuperando de la corrupción de su anterior administración) más los aportes que hagan desde la Alcaldía de Bogotá.

El desprecio, el odio de clase de Duque y el sector que representa, que hemos visto durante todo este largo período de la pandemia, se hace patente en este caso de las universidades públicas. Pero también su ineptitud y mediocridad, han llevado una y otra vez a que sean los alcaldes y los gobernadores los que tomen las iniciativas, pero, para colmo del cinismo, Duque y su partido no asumen las responsabilidades nacionales por estos asuntos, sino que se las adjudican a esos gobiernos locales y regionales.

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(RECUADRO No.1)

NO A LAS ARBITRARIEDADES DE LAS ADMINISTRACIONES CONTRA PROFESORES Y TRABAJADORES DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS 

Pero no son somos sólo los estudiantes los que padecemos esta infamia, ya que cientos de maestros y maestras no saben si van a conservar su empleo, y la inmensa mayoría -ocasionales y catedráticos- está a punto de quedarse sin seguridad social, cuando se venzan sus vinculaciones y tengan que asumir no sólo el desempleo sino la suspensión de sus afiliaciones a las EPS que les afecta ellos/as, pero también a sus familias, todo lo cual está a punto de ocurrir en medio del pico de la pandemia en todo el país. La misma infame situación espera a miles de trabajadores y trabajadoras de servicios generales y administrativos.

Y como la infamia no es sólo universal, sino que además cobra forma en el corazón de todo tipo de personajes y circunstancias, a lo dicho se suman las innumerables violaciones de derechos y abusos por parte de las Administraciones universitarias  y de los jefes en los distintos niveles, quienes aprovechan la pandemia para despedir maestros y maestras, acosar laboralmente a los colegas, perseguir activistas sindicales y negarse a negociar con los sindicatos, obstruyendo o impidiendo el legítimo derecho a la asociación y al ejercicio sindical.

Especial atención merece la denuncia que nuestros maestros y maestras hacen constantemente de la agudización de la precarización y la sobreexplotación laboral en medio de la pandemia, con el teletrabajo, pues las universidades no han flexibilizado sus planes de trabajo, como tampoco han flexibilizado las condiciones de la enseñanza, lo que ha redundado tanto en el alargamiento de hecho de la jornada laboral, el recorte del tiempo de sus vidas privadas y hasta el incremento de sus gastos en tecnología y servicios públicos, pero también en mayores dificultades para desarrollar el trabajo académico, lo que ha llevado a que las instituciones no den una adecuada respuesta pedagógica al duro momento que vivimos los estudiantes.

Un caso particularmente oprobioso, al que dedicaremos toda su amplitud más adelante, es el de la administración de la UPN, que muestra una conducta esquizofrénica, pues, al mismo tiempo que anuncia su apoyo a la financiación de las matrículas de los estudiantes está a punto de aprobar en los consejos Académico y superior el así llamado el Procedimiento Administrativo Sancionatorio aplicable a los docentes Ocasionales y Catedráticos de la Universidad Pedagógica NacionalUn proyecto autoritario y discriminatorio, que se ensaña en los profesores más vulnerables de la universidad -el 80%- buscando no sólo arrebatarles derechos políticos como ciudadanos, sino también arrebatarles conquistas económicas y académicas como trabajadores de la educación a través de sanciones disciplinarias.

Pero lo más ruin es que deja ver el deseo de la administración de librarse de la crítica y la protesta de sus profesores y de romper todo vínculo de solidaridad entre estos, los estudiantes y los demás trabajadores de la universidad. Nos solidarizamos con nuestros maestros y maestras y llamamos a derrotar este engendro de estilo casi uribista. Exigimos mantener el empleo de todos los trabajadores docentes y no docentes de las universidades públicas (que se cumpla el decreto 491 del 28 de marzo, en el que el gobierno se compromete y exige mantener el empleo a los trabajadores contratistas del estado, incluyendo a profesores catedráticos y ocasionales y trabajadores administrativos), que se garantice su seguridad social y se respeten sus derechos sindicales y políticos.

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CON LA PANDEMIA SE AGUDIZA LA CRISIS ESTRUCTURAL DE LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS

La crisis de la educación pública no es nueva, hunde sus raíces en el texto constitucional en donde se establece que la educación es un servicio y se desarrolla en la ley 30 de 1992 que amarra la financiación de las universidades según el crecimiento del IPC. Esta situación ha llevado a que hoy las universidades se sigan financiando con los mismos recursos de los años noventa y que su déficit bordee los 19 billones de pesos. Aun cuando se han logrado arrancar algunas inyecciones de presupuesto, gracias a la lucha estudiantil, estas no han sido suficientes para cubrir el hueco financiero que se agravará con la crisis económica que hasta ahora empieza.

No siendo poco, con la apertura económica y la llegada del neoliberalismo, la privatización se convirtió en el aspecto común de las reformas, planes y programas sobre educación.

Los distintos gobiernos y sobre todo los más recientes Santos y Duque, serviles a los mandatos de la OCDE, el BM y el FMI que imponían el fortalecimiento de la educación técnica y tecnológica y exaltaba el papel del ICETEX como el mejor ejemplo de financiación, impulsaron diversos programas y leyes como la reforma a la ley 30 durante el Gobierno de Santos que buscaba privatizar la universidad pública, el extinto Ser Pilo Paga que destinó recursos estatales a universidades privadas y que se ha reencauchado hoy en el programa Generación E.

Estos son solo algunos ejemplos de los diversos programas, leyes, planes y proyectos que han atacado la existencia de las universidades y que el movimiento estudiantil, por medio de las movilizaciones, ha logrado resistir y en parte frenar (como en 2011 y 2018).  Sin embargo, todo lo ganado sólo fueron algunos recursos para impedir las quiebras o cierres inminentes en el 2018, incluso muchos de los acuerdos no se han cumplido, pero en las actuales condiciones se está retrocediendo con respecto a lo conquistado e incluso estamos entrando en una nueva etapa más crítica que puede significar la quiebra o el cierre de muchas universidades.

La combinación de la crisis estructural con la actual crisis generalizada de la economía en medio de la pandemia, seguramente se prestará para que los enemigos de la universidad pública avancen en la expedición de decretos y leyes privatizadoras, es posible incluso que algunas no puedan soportar las consecuencias de la crisis y se vean obligadas a cerrar. Esta combinación podría ser la oportunidad perfecta para dar la estocada final a las universidades públicas, es por esto que el movimiento estudiantil debe continuar alerta, pues está claro que el gobierno nacional no soltará ningún recurso a menos que lo (arranquemos o consigamos) por medio de la organización y lucha de los diversos sectores que buscan una educación pública gratuita y al servicio del pueblo pobre.

 

SOLIDARIDAD, UNIDAD, RESITENCIA Y ORGANIZACIÓN

Hoy por las condiciones extraordinarias, se hace urgente y necesario dar una solución a la coyuntura (MATRÍCULA CERO), pero no solo por nuestra crítica situación como estudiantes, sino también por los trabajadores y profesores que se encuentran precarizados, sobreexplotados con el trabajo virtual. En este momento el llamado fundamental y la bandera que debemos tener es: la unidad y la solidaridad, entre todas las universidades públicas, con los trabajadores y profesores y desde la universidad con los trabajadores y pobres que están resistiendo esta durísima crisis sanitaria y económica, pero también con los que resisten los asesinatos y masacres, el ataque brutal del régimen en complicidad con los paramilitares. Empecemos por rodear de solidaridad y apoyo las acciones de resistencia que se están librando en diversas universidades, para ir avanzando hacia acciones más amplias, por la MATRÍCULA CERO.

 

Pero es necesario reconocer que estamos entrando en una crisis peor que las que enfrentamos en 2011 y 2018, esto debe llevarnos a trabajar unidos con una perspectiva de lucha más amplia, de gran envergadura, que nos permita ganar el apoyo de muchos sectores de la sociedad para impedir la quiebra o cierre de nuestras universidades. Para todo esto es urgente retomar el método democrático de las asambleas para tomar decisiones, así como retomar el camino de la coordinación y la organización de carácter nacional que nos permita construir una respuesta programática y política de gran alcance a la actual crisis.

 

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